Perro que habla


Un señor está manejando por una Montaña y vió un cartel en el frente de una casita: 'Perro que habla a la venta'.

El tipo toca el timbre y aparece el dueño que le dice que el perro está en el patio trasero. Va atrás y ve un hermoso bulldog francés sentado en un rincón lamiéndose alegremente sus partes.

-¿Tú hablas?- le preguntó al perro
-Si- respondió el animalito indiferente.

Después que el señor se recobra del shock de oír al perro que habla, le pregunta su historia, el bulldog levanta la vista y dice:

-Bueno, descubrí que podía hablar desde que era muy pequeño. Así que, quise ayudar al gobierno, fui y se lo dije a la CIA. (Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos). De inmediato me contrataron y me tuvieron viajando de país en país, sentado en cuartos con espías y líderes mundiales; porque nadie se podía imaginar que un perro les estuviese entendiendo lo que hablaban. Fui uno de sus espías más valiosos, por más de ocho años. Pero tanto viaje me cansó, y sabía que no me estaba volviendo más joven, así que decidí retirarme. Firmé para un empleo en el aeropuerto para hacer un trabajo más liviano de espía encubierto, vagando cerca de sujetos sospechosos y oyendo lo que decían; descubrí muchos manejos ilegales y me dieron muchas condecoraciones. Me casé y tuve muchos cachorritos, y ahora si estoy totalmente retirado.

El tipo se quedó atónito y de inmediato le preguntó al dueño cuánto estaba pidiendo por el asombroso perro.

-Diez dólares- Dijo
-¿Diez dólares?- Preguntó el hombre aún más sorprendido -¿Pero por qué increíble razón lo está vendiendo tan barato?
-Porque es un pinche mentiroso de mierda, jamás ha salido de este patio.

Quiero


Quiero hacerte el amor. Corrijo: Lo que quiero es coger contigo. Primordialmente que tú me cojas. No como una fantasía ni una mera evocación erótica. Lo quiero de verdad. Quiero que estés aquí, en mi recámara, que me obligues a hacer a un lado esta computadora, que me tomes en tus brazos y me lleves a la cama, que me agarres fuerte de los tobillos y separes mis piernas, que te subas conmigo, me tomes de las muñecas y ahogues mis gemidos con un beso.

Quiero sentir tu lengua metiéndose en mi boca. Tus dientes acariciando mis labios, la suavidad de tu beso, el calor de tu aliento.

Quiero tus manos firmes apretándome los muslos, sentir el peso de tu cuerpo sobre el mío, la respiración difícil, agitada, ahogada por el beso con que me seduces.



Quiero respirar tu aroma, escucharte decirme al oído que me deseas, que me harás tuya, que me tomarás para saciar en mí tus instintos, tus ganas de meterte en mí, de partirme en dos. Quiero que me digas, con tu voz varonil y tentadora, cosas sucias y seductoras, que me susurres que te gusto, que se te pone dura cuando me ves, que inspiro tus erecciones, que en las noches frías, cuando estás solo, te tocas pensando que estás conmigo, aquí, en mi cama y que me penetras duro y acaricias cada una de mis curvas. Que prometas provocar en mí toda clase de emociones, que harás palpitar en mis venas la morfina del orgasmo. Quiero que me digas que te pertenezco.

Quiero que me desnudes. Que lo hagas despacio. Que me quites primero la blusa, dejando mi torso expuesto apenas con el sostén cubriendo mis senos. Quiero que te detengas a mirarme. Que me acaricies el abdomen para comprobar que lo tengo tenso, plano y tibio, esperando tus caricias y tus besos. Quero que rodees mi ombligo con la yema de tus dedos y que después, con los nudillos, me roces el abdomen como quien recorre una playa virgen. Quiero sentir tu aliento y tu lengua pasearse por mi piel, lamer mi ombligo, hurgar en él, que pruebes el dulce y la sal de lienzo de mi vientre antes de poner tus manos en mis pechos y apretarlos firmemente hasta que, por la presión, desborden el sostén y anuncien el nacimiento de mis areolas.



Quiero que me lo desabroches de un chasquido y que se libere orgulloso poniendo al servicio de tu placer mis pezones, calientes, endurecidos, exigiendo con urgencia la humedad de tus labios, la caricia de tus dedos, la falta de piedad de tus manos que han de apretarlos como probado su resistencia o poniendo en duda su dureza. Quiero que te los comas. Quiero verte pegado a mis pezones, succionando, presionando, lamiendo.

Quiero entonces clavar mis uñas en tu nuca, sentir que te estremeces, que me jalas la falda con prisa y la avientas al piso. Que claves tu cabeza entre mis muslos y encuentres mi panti tibia, empapada. Sé que no podré evitar sentirme apenada, frágil y expuesta cuando veas esa marca de humedad en mi lencería que denuncia lo caliente que me pones, lo imposible que me es no lubricar como un manantial cuando estás por hacerme tuya.



Quiero entonces que me arranques la tanga. Que me la saques rápido. Quiero entonces que me mires. Que traces un mapa mental de mi anatomía íntima para que sepas qué hacer, cómo, cuándo, dónde.

Quiero que me toques. Que recorras los surcos de mi vagina, que busques mi clítoris y lo trates con delicadeza. Que bebas de entre mis piernas, quiero sentir tu lengua poniendo entre mis piernas su caricia suave, intuitiva, brillante.



Quiero que me sientas arder. Que notes cómo la temperatura de mi cuerpo aumenta, cómo mis gemidos se van transformando en gritos, verdaderos gritos que agradecen el placer que me estás provocando. Quiero gritar tu nombre. Gritarlo varias veces mientras provocas que un ejército de infinitas y minúsculas hormigas marche por mis venas haciendo caricias indescriptiblemente placenteras. Quiero que me desquicies, quiero que me hagas perder el dominio de mí misma, tener que abandonarme al roce de tus moléculas, apretar los dientes, estrujar las sábanas, serpentear como una cobra acorralada, abrir la boca, ahogar mis gritos, gemir, gemir hasta sentir ese primer tsunami desquiciando mis sentidos, haciéndome perder la noción del tiempo, del espacio, del sentido común, quiero abandonarme al placer pleno y, sólo entonces, saber que sigues allí, listo para continuar.



Quiero entonces que me penetres. Que tu miembro hermoso, perfectamente erecto no deje siquiera que se calme el río revuelto del orgasmo recién ganado, para hundirse en mí como un cuchillo caliente en mantequilla. Quiero que me tomes así, en la cima de un orgasmo sentir cómo te clavas, me abres y me llenas. Quiero que me hagas sentir completa y vulnerable. Quiero que te muevas y que te vengas, que inundes el condón y sentir tu sexo latir dentro de mí durante una eyaculación que nos lleva a ambos a un nuevo orgasmo simultáneo, brutal, absoluto. Sentir como se abren mis pulmones, cómo el aire nuevo aclara el cerebro y pone en blanco el pensamiento, ese blanco de luz fulminante ¡Argh! Quiero, quiero, quiero…

Quiero que me cojas . Sí, tú, que me estás leyendo.

Un beso
Lulú Petite


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