De regreso...

A huevo. Cuando estoy de visita en una ciudad que no es el Distrito Federal, y regreso a mi habitación después de una cita, de atender a un cliente, me gusta quitarme las zapatillas y acostarme en la cama con las manos en la nuca, sobre la almohada y mirar un rato al techo, todavía sintiendo las caricias del cliente previo, hasta que entre la llamada para atender al siguiente cliente.

Ya voy de regreso a casa, en un camión de esos muy cómodos, con asientos tipo reposet, pantalla táctil con montón de películas, música, jueguitos y demás, pero yo prefiero poner mis manos en la nuca y mirar al techo. No sé, como que me ayuda a tomar aire, a respirar y ver las cosas en perspectiva. Convencerme de que valen la pena.

Hay tantas cosas por hacer, planes, talacha, retos. No sé, comienza febrero y sigo pensando que 2012 será un año definitorio y definitivo (Nada que ver con predicciones mayas, sino con esperanza y constancia, pura buena vibra).

Me gustó mucho pasar en Morelia el día de la Candelaria, empacarme unos tamalitos y conocer gente interesante. Es una ciudad con encanto "de bien para arriba", leí en algún anuncio. Ahora voy en carretera, de vuelta a mi casa, escribiendo en uno de estos aparatitos mágicos, pero algo incómodos que nos dejó Steve Jobs antes de colgar los tenis. Me encanta vivir en este siglo.

El silloncito está a toda madre, muy cómodo, pero no tanto como mi camita. Ya mañana estaré en el DF y allá me quedaré un rato, no puedo soltar tanto la escuela. (Ya sé que mañana es hoy, pero yo no digo que es mañana hasta que veo el sol). 

En fin. Creo que voy casi a mitad del camino, así que aprovecharé para dormir, es bueno cerrar los ojos pensando que la vida vale la pena. Que todos los días son un nuevo comienzo.

Muchos besos

P.D. El día de la candelaria es, además de día de tamaliza, el cumpleaños de una colega, precursora en esto de blogear. Felicidades a Fernanda, siempre.