Para ya no ponernos serios


Va por un pueblito de Michoacán, viajando en un autobús un condenado chilango, cuando lo matan de un disparo. Llega en chinga loca la policía municipal, los agentes del MP, las cámaras de televisión. Empieza la pesquisa, madrean a unos, corretean a otros y, al fin, dan con quien le había disparado al chilango.

Como le querían sacar la neta, en vez de llevarlo a que la soltara a tehuacanazos, lo llevaron (a huevo) con la señorita Laura... ¡Y que paaaase el desgraciaooooo!

- A ver-le dice encabronada -díganos ¿Qué ha pasado?
- Pues vera, señorita Lauuuura, yo estaba sentado al fondo del camión cuando el desgraciao chilango, con todo y su playerita del América, se sentó junto a la bella señorita, la más guapa del pueblo, y....
-¿Y qué? ¿Y qué?
-Pues el malvado chilango le hizo proposiciones deshonestas.
- ¿Qué fue lo que le propuso?
- Le ofreció mil pesos y pagar la habitación del hotel- Todos los argüenderos del público gritaron ¡Ahhhhhhh!
-Sí señorita Laura, obviamente, la señorita se sacó de pedo.
-En mi programa no se dicen groserías, pelado...
-Ah, bueno, entonces no se lo sacó, pero apestaba... El caso es que la chavita se sacó de onda
- Claro, me imagino.
- Pero ese chilango asqueroso no le paró allí. Como la señorita no le hizo caso, el muy ladino le ofreció frente a los demás pasajeros dos mil pesos por tirársela, como tampoco aceptó, le ofreció tres mil en caliente.
-¡Ohhhhh!- Exclamó la audiencia indignada...
- Y ¿Qué hizo la bella joven?
- Nada... sólo lo miraba asustada y desconfiada, sin responderle, pero el maldito libertino llegó a ofrecerle 10 mil pesos. Y todo esto gritándolo, para que todos en el camión oyéramos. Entonces me levanté...
- Ya veo- contestó la señorita Laura -¿Y qué hizo usted?
- Mire señorita, yo soy un hombre de paz, cualquiera que me conozca sabe que no ando en pleitos, no tomo, no fumo, soy trabajador y duermo a mis horas. Pero lo que no puedo soportar es que llegue un chilango o cualquier pelado y nomás por traer lana venga al pueblo a decirle esas cosas a nuestras vecinas, así que me levanté y decirle una palabra le pegué un tiro en la frente.
Se oye un cuchicheo de aprobación de la audiencia del fino programa.
- Pero bueno... entiendo, había que defender a las mujeres, pero... ¿Matarlo? ¿No fue demasiado? Total, el muerto no le había hecho a usted nada.
- ¿Qué no me había hecho nada ? Pero bueno, ¡Es que no puede ser! Señorita Laura, no podemos consentir que un chilango mamón suba los precios de esa manera ¡Luego tenemos que seguir pagándolos los demás!

La chamba


Soy de las que piensan que abolir la prostitución, como se hizo con la esclavitud, aprobando un decreto que proscriba la práctica, lejos de ser un beneficio para la sociedad, es una simulación y un retroceso.

Creo que la única manera de abolir efectivamente la prostitución es cambiar las condiciones que la provocan. Estoy segura de que nunca me habría atrevido a debutar de puta si no hubiera existido una necesidad que me obligara a hacerlo, pero ahora que lo soy, veo con preocupación que en algunos medios se tome tan a la ligera la discusión sobre el tema.

El grave problema de la prostitución en nuestros tiempos, es el relacionado con el abuso y la explotación de niñas, niños y adultos. Gente que es abusada, que es explotada, que es obligada a coger por dinero y a quienes se les roba vida, esperanza e inocencia.

La bronca es que mucha gente ve a la prostitución como un problema moral. Así lo hagas por una decisión consciente y razonada, así lo sepas manejar de modo que lo asumes como un trabajo, hay gente que, en el mejor de los casos te victimiza y trata de redimirte, o en el peor, criminaliza tu actividad. El asunto empeora cuando esa es la posición de la autoridad. Cuando alguien desde el poder decide que vender sexo está mal o que es electoralmente conveniente así sostenerlo y se inician redadas o campañas para criminalizar nuestra actividad.

Una característica de la modernidad es que cada vez se van reconociendo más derechos relacionados con las prácticas sexuales de la gente. Ya en muchos lados el cambio de sexo se puede oficializar en documentos, ya en nuestro país se reconoce el matrimonio homosexual y sus derechos familiares, se ha avanzado en el reconocimiento de los derechos de género, pero es importante sacar de entre las preocupaciones relacionadas con la prostitución, el componente moral, donde no se nos vea a todas ni como víctimas ni como delincuentes. En vez de juzgar, es hora de reconocer plenamente el trabajo sexual, hacerlo significa más dignidad para nosotras, atacar las redes de abusadores, y mucha más seguridad física y de salud para nuestros clientes y para las prostitutas.

En fin, como he dicho, un tema polémico del cual nadie tiene la última palabra. Mejor dejemos de ponernos serios ¿Verdad?

Un beso

¿Qué se siente?



Pregunta Mariana: ¿Qué se siente compartir el lugar de trabajo con Lidya Cacho, que es una mujer que trata de impedir la prostitución y tú das la imagen de que la vida de las prostitutas es súper wow, cuando en realidad no es así en la mayoría de las veces? Quien te lea puede pensar que la vida las prostitutas es de lo mejor, y Lidya Cacho da una versión más real de lo que pasa en el 90% de las veces. ¿Tú qué opinas?


Ha recibido algunas respuestas, por ello quiero participar...

1) SACAMUCHE... ¡VOLVISTE! YUPI, YUPI...

2) Mariana, compartir con Lydia Cacho la tinta del mismo periódico es un honor. Colaborar con El Gráfico, y en consecuencia con el Universal, es un gusto enorme qué no sé si merezco pero disfruto mucho. A Lydia Cacho la respeto porque para investigar y documentar los temas que trata hay que tener muchísima inteligencia y unos grandes ovarios muy bien plantados.

No sé si Lidya Cacho pretenda impedir la prostitución o más bien denunciar la explotación sexual. No es lo mismo. La prostitución es un fenómeno social que existe y existirá, entre más se fortalezca que nosotras la ejerzamos libre y responsablemente, menos intermediarios se beneficiarán del comercio de nuestros cuerpos. Es un tema muy controvertido del que nadie tiene la verdad absoluta, pero los países más progresistas tienen leyes que atacan a las redes criminales, regulando el oficio. Igual quede más clara mi opinión con esto que escribí hace algún tiempo en mi columna:

"A veces me pregunto si tendré algo descompuesto en la sesera como para pasarla tan bien con perfectos desconocidos (a veces no tan perfectos y, con el tiempo y la reincidencia, tampoco tan desconocidos). El caso es que a veces pienso que debería sentir al menos culpa o un poquito de vergüenza, pero no, simplemente me siento de maravilla.

Y es que cuando reviso los manuales de supervivencia femenina o los prontuarios de consejos que libros, revistas y panfletos de moda nos dan para abrirnos paso en un mundo primordialmente masculino, me convenzo de que simplemente soy una mujer moderna y segura, que disfruta su sexualidad y sabe sacarle provecho.

He de admitirlo, las prostitutas la pasamos bien. Desde luego no hablo por todas, me ha tocado conocer chavitas que viven entre la explotación y la tortura. Niñas en tacones que tienen que pasar horas entre una banqueta y los resortes destemplados de un colchón maltrecho, de hombres agresivos y hoteles miserables, de dolor, de abuso. Sé que hay millones de historias de terror en el oficio al que me dedico, historias de mujeres tristes a las que respeto mucho, pero con quienes no me identifico.

Para mí, trabajar en esto ha sido otra cosa. Sin explotadores ni padrotes, sin ir con nadie a la fuerza ni ser obligada a hacer algo que no quiero. Me manejo en un nivel equilibrado, en el que tirarme a un cliente resulte bueno para los dos. Yo me voy bien pagada y él se queda bien cogido, sin injusticias, abusos ni remordimientos. Desde luego hay malos ratos y anécdotas más escalofriantes que un invitado de Laura en América (Y que paaaase el desgraciaoooo), pero son cosas manejables que, después de vivirlas, se convierten en pretextos para reír o en cosas para contarle a este diario.

Por eso me gusta escribir, desahogarme y describir aquí lo que hago, con la pimienta y el picante de un relato erótico, pero sin llegar a la vulgaridad de contar a qué les olía ni dónde me salpicaron. Creo que hablando de sexo, siempre es más estimulante lo que se va dejando a la imaginación
".
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En cualquier caso, con Lidya Cacho, además de admirarla, coincido plenamente:
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No + pederastas
No + corrupción
No + impunidad
No + feminicidios
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Un beso

Suave Patria...


Y sí... hay que ser patriotas.
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Ya estoy de vuelta en el Distrito Federal, la gira estuvo muy divertida, ya les contaré. Me encantó ver que en todos lados ya palpitan las fiestas de septiembre y llegar a mi ciudad, desquiciada "chinampa en un lago escondido" y verla tapizada en verde, blanco y colorado, lista para la gran pachanga bicentenaria.
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Después de los niños héroes viene el grito. Me encantan las leyendas de la historia patria. Que si los niños no eran tan niños, que si en el Colegio Militar no había banderas en las cuales Juan Escutia se envolviera, que si el grito fue en la madrugada del 16 y sólo se celebra el 15 por capricho de Porfirio Díaz, que el estandarte no lo tomó Hidalgo sino varias horas después de dar el famoso grito o que la campana no la tocó él, sino el campanero. ¿A quién le importa? La historia más bonita es la que aprendimos en las monografías de la escuela, esa que está llena de epopeyas locas y charros valientes.

Quién sabe qué es esto que llamamos México. No sé si un mapa, una historia, su gente, sus tradiciones, sus símbolos, lo que sé es que no es toda su mierda, ni lo mal que lo tienen quienes lo manejan. No sé si en verdad estemos celebrando el ser independientes, no sé si lo seamos o si algún país lo sea en estos tiempos, no sé si llevemos 200 años libres o no, lo que sé es que siempre hay algo que festejar, porque la nuestra es una tierra generosa donde, así vivas de coger con clientes o de pegar ladrillos, así seas profesionista o campesino, empresario u obrero, siempre encontramos pretextos para pensar que todo estará bien...

Preparémonos para el ¡VIVA MÉXICO!

Querido Diario

Publicado el martes 10 de junio de 2010 en El Gráfico


Nunca he llevado un diario. Cuando menos no uno de esos con pasta dura y brochecito maricón, en los que las adolescentes dibujan corazones, escriben cosas cursis y que esconden bajo su almohada. Rodeada de hermanos cabrones y con una familia digna del show de Laura en América, lo último que durante mi descarriada adolescencia se me hubiera ocurrido, habría sido ponerme a contarle a una hoja de papel las mil travesuras que hacía y las diez mil que nomás se me ocurrían. Y es que con siete hermanos, una madre más chiflada que Doña Lucha y la privacidad de un escusado de reclusorio, un diario habría terminado por convertirse en prueba confesional irrefutable , para recibir de mi sacrosanta progenitora una sentencia de al menos dos horas de terapia a cinturonazo limpio. No hay nalgas que soporten ese tipo de pedagogía.

Me llamo Lulú. Tengo 23 años y soy la quinta en una familia de ocho retoños trogloditas (única mujercita en una tribu de testosterona). Nací en Monterrey, pero he vivido en el Distrito Federal suficiente tiempo como para considerarme orgullosamente chilanga. Soy una chava como millones en esta ciudad, algunas veces dulce y coqueta, otras respondona y aguerrida. No voy por la vida armando broncas, pero si me buscan, brinco como si me prendieran una mecha. Me gusta el sexo, la música, la noche, el antro, el teatro, el cine, la comida francesa, el color rojo, el sexo, la lencería fina, los accesorios discretos, mi cama, la decoración, los galanes, los amigos, el reventón, una conversación amena, un buen vino, los tulipanes, dormir hasta tarde los domingos, hacer ejercicio y... ¿Ya mencioné el sexo? Soy, como decía, una chavita como cualquier otra. Vivo sola, estudio una carrera universitaria y me mantengo de mi trabajo, de siete de la mañana a doce o una de la tarde (según el día) estoy en la escuela, después, enciendo el celular para atender a mis clientes. A todo esto, soy prostituta.

Ya sé que suena cínico, pero ser prostituta en estos tiempos no es tan escandaloso como parece. Tampoco voy a tratar de insultar la inteligencia de nadie, diciendo que es un oficio como cualquier otro, quien lo diga, nunca ha tenido que poncharse a un borracho de 120 kilos, y cara de espécimen exótico del zoológico, a cambio de unos billetes. No, desde luego que cobrar por tener sexo no se compara con ninguna actividad donde los calzoncitos se queden en su lugar en cada transacción, pero también debo reconocer que no es ya una cosa como para tomarse con demasiada solemnidad.

Afortunadamente, hasta los prejuicios evolucionan. Hoy, con muchísima razón, de una mamá soltera, se dice que es una mujer fuerte, valiente, con coraje y digna de admiración, de un artista que sale del clóset, se dice que es un ejemplo de honestidad, que se necesita tener los blanquillos bien puestos para admitirlo o, cuando mucho, que nomás ha estado viviendo la vida loca. ¿Por qué entonces no va a decirse algo parecido de una chica que le pone un justo precio a los ratos de placer que modestamente vende entre sus piernas? La neta es que aunque siempre habrá gente que juzgue y critique, me tranquiliza saber que cada vez somos más quienes vemos las cosas con generosidad y sin calificar a las personas de acuerdo al porqué, cuándo, cómo y con quién cogen.

Después de todo, en los últimos tiempos el sexo ha dejado de ser un asunto tan ceremonioso. Cada vez más gente reconoce que, aunque tener sexo por amor es de lo más hermoso, tenerlo por purita diversión es muy placentero y calma riquísimo los nervios. El caso es que justamente así me gano la vida, calmándole los nervios a mis clientes con mi boquita, con mis manos y con las caricias acompasadas de todo mi cuerpo. Cojo varias veces al día y en cada ocasión recaudo los regalitos que, generosamente, me dejan mis queridos clientes para que a mi refri no le falte nada. Unos pocos billetitos a cambio de un recuerdo inolvidable.

Eso es lo que hago para vivir, pero la neta está muy lejos de explicar quién soy. Coger por dinero es sólo una parte de mi historia. Además de puta, soy hija, hermana, amiga, nieta, estudiante, vecina, amante y madre adoptiva de un hermoso cachorrito. Cada faceta tiene su encanto y su complejidad, pero en todas soy yo, con distintas presentaciones. Naturalmente, mi profesión es un secreto para muchas de las personas con las que convivo todos los días y para eso tengo que inventar toda clase de pretextos y escapatorias. Llega a estresar, pero tiene lo suyo de divertido.

Escribir una columna en El Gráfico y que salgan mis fotos impresas a un ladito de lo que escribo es muy emocionante. Se me da la oportunidad de compartir aquí anécdotas, en un tono ligero, irónico y pícaro sobre el arte de andar puteando y, claro, de esconderme para ser (o parecer) una estudiante normal. Familia, amigos, clientes, maestros, todo como parte del coctel y que iré poniendo, una vez por semana, en estas páginas.

Decía que nunca he llevado un diario, pero soy de las que cree que jamás es tarde para comenzar y esta, creo, es la mejor oportunidad para empezar el mío. Mi querido diario.

Hasta el próximo martes
Lulú Petite

Vámonos pa' ¡QUERÉTARO!...

Perdón, m había equivocado, mañana voy a Querétaro, corrijo:
Si ya leyeron lo del Gráfico hoy, sabrán que mi perrito y yo estermos mañana en QUERÉTATO, y pasadomañana en León, Guanajuato ¡Grrrrr! Si no la haz leído y quieres leer lo que escribí hoy en el Gráfico On Line, da clic, aquí.

Mientras tanto: el baile del perro uh... el baile del perro uh... el baile del perrito, el baile del perrito, el baile del perrito, sé que te va a gustar...

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