Ebenezer




Érase una vez, hace muchos años, un hombre con una piedra por corazón, egoísta, amargado y con un odio profundo por las cosas que provocaran felicidad. Especialmente la risa de los niños y la navidad. Era un anciano frío, de cabello encanecido, facciones afiladas, arrugas sobre las arrugas, labios delgados, mirada enrojecida, marcha lenta, aguda inteligencia, puño firme y voz arisca.

Durante una noche buena, aquel viejo malhumorado, recibió la visita de tres fantasmas. El de las navidades pasadas, el de las navidades presentes y, desde luego, el de las navidades futuras. Estos tres espectros llevaron a ese hombre enjuto a un paseo por su pasado, a una visita incógnita por lo que pasaba en el presente y a conocer las sombras de su futuro. Al darse cuenta de lo que había perdido y de lo que estaba dejando perder, regresa de aquel viaje convertido en un hombre alegre y el más entusiasta promotor de las fiestas navideñas.

El de Ebenezer Scrooge es, tal vez, uno de los cuentos navideños más contados en la historia de estas fiestas y, sin duda, uno de los más hermosos.

Navidad. Arbolitos, nacimientos, villancicos, luces, pavo, romeritos, bacalao, campanitas, brindis, intercambios, regalos, abrazos, nochebuenas, mucho chupe, Santacloses y un bombardeo mañana, tarde y noche de publicidad, buenos deseos, alegría y espiritualidad.

El Cuento de Navidad, de Charles Dickens además de parecerme chingón, siempre me anima a imaginar que los fantasmas me visitan.

Tú ¿Qué verías de tus navidades pasadas? ¿Qué imaginas que suceda a nuestro alrededor en la navidad presente? ¿Qué imaginas para tus navidades futuras?

Yo creo que en navidad y siempre, sólo podemos a aspirar a una cosa que, si la tenemos, lo demás viene con ella: Ser felices. Por eso me veré muy zapatista, pero como la tierra, la felicidad es de quien la trabaja.

En cualquier caso: 
¡Felicidades!

P.D. No estoy de vacaciones, si estoy trabajando.

Navidad




Aprovechando el día, les dejo el relato que me contó JP un queridísimo y muy galán amigo veracruzano. Ya lo dijo el papa, y lo dijo voz en cuello, sólo Veracruz es bello, pero no menos Jalapa…

"Feliz Navidad"

Una vez más me encuentro en San Miguel de Allende, Guanajuato. Lugar en donde tengo familia y de pronto me vienen todo tipo de recuerdos. En esta ocasión no es la excepción y es por ello que decidí compartirles uno que definitivamente me provoca una gran sonrisa.

Hace algunos años me encontraba tranquilamente disfrutando unos días de descanso por estos rumbos, cuando de pronto recibí una llamada por la tarde. No, no era una clienta, era una mujer con la que viví muchas cosas y estaba por iniciar una de esas aventuras inolvidables.

Me dijo que acababa de llegar a Querétaro para pasar Navidad con unos familiares y como sabía que yo estaba cerca, se le hizo una excelente idea llamarme. El tono de su voz llevaba un cierto mensaje de "sácame de aquí, esto está de hueva ¡Vamos a portar nos mal!

Inmediatamente me subí a mi coche y tomé carretera hacia aquella región del Bajío. Debo reconocer que durante todo el trayecto solo iba con la idea de pasar una noche loca, pero la clave aquí era nunca planear. Llegué a un fraccionamiento medio mamón, pero por el coche los de la entrada me dejaron pasar como si nada, qué pendejada ¿No? En fin, cuando me estacioné frente a la casa, inmediatamente salió, se subió al coche y me dijo, con una sonrisa perversa...¡Vámonos!

Literalmente puedo decir que su expresión era como si estuviera haciendo una travesura...y es que con frecuencia las hacíamos, pero esas las sabrán en otra historia. Resulta que el plan fue venir a San Miguel, específicamente a un bar con una terraza muy nice y en dónde el cielo estrellado, una fogata acogedora, buena música y unas copitas ponían a tono la noche para dar rienda suelta a la perdición!

Para no extenderme mucho, la noche transcurrió excelente, buena plática, la sorpresa de ambos por estar compartiendo ese momento y en ese lugar sin haberlo planeado. Después de unas cuantas copitas, la idea de salir a carretera no era la más adecuada así que llegaron las palabras mágicas: "¿Te quedas a dormir conmigo?" Así que de inmediato busqué el lugar perfecto para quitarnos el frío, el sueño y las ganas de algo más...

Casi corrimos a la habitación, afuera estábamos como a 7°C, pero era más la excitación y el deseo que me provocaba. Poco a poco nos despojamos de la ropa y nos dimos calor cuerpo a cuerpo. Besos, caricias y exclamaciones de placer fue lo que predominaba en esa fría noche invernal...

A la mañana siguiente desperté de una forma poco habitual y es que de pronto una sensación de calor y humedad entre mis piernas me hacía perder el control. Sin dejarme hablar, siguió regalándome un sexo oral increíble que de sólo recordarlo me empiezo a alterar. Acto seguido se montó sobre mí y tomando mi miembro totalmente erecto, la penetré hasta al fondo provocándole un orgasmo.

Prácticamente no hablamos, fue tan intenso e inesperado que ambos disfrutábamos cada caricia y cada momento. Así seguíamos, realizando aquel rito sublime y lleno de placer hasta que me hizo explotar. En ese instante vi su cara de satisfacción por ver lo que me había provocado y cuando por fin recuperé el aliento, con una gran sonrisa en sus labios me dijo:

"Feliz Navidad nene".






La "cosa" de Guadalupe...

Lo qué hay qué ver... Sabrá quién fue el decorador-decoradora de esta bonita escena de la Rosa de Guadalupe. Qué bien que adornen la recámara de una adolescente, en la que platica con su amiga sobre la necesidad de googlear un medio, entre la anorexia y la bulimia para no subir de peso. Todo tan equis como cualquier capítulo del programa, hasta que de pronto, en el primer minuto del vídeo, aparece entre las chavitas un verde y tremendo OVNI (Objeto vaginal no identificado). Juzgue usted y ría...


Versión en video:


Posdata: Mil gracias a quienes siguen visitando el blog a pesar de que no lo actualizo tan a menudo como me gustaría. Trataré de venir más seguido a escribir cositas...

Besos.

Foto nueva...


De viaje...


JUEVES, 13 DE DICIEMBRE, VERACRÚZ
MARTES, 18 DE DICIEMBRE, MORELIA
MIÉRCOLES, 19 DE DICIEMBRE, GUADALAJARA
JUEVES, 20 DE DICIEMBRE, MONTERREY

Monterrey




Querido Diario:

Era una noche profundamente oscura, el viento soplaba y un tapiz de estrellas decoraba el cielo. No recuerdo otro cielo como ese. Él me hacía el amor al aire libre, clavándome su tremendo sexo en la caja de una pick up improvisada como cama. Dejamos que nuestra sangre hirviera y nuestra piel sintiera el alivio del contacto. El ramalazo de la pasión urgente, rústica e impulsiva. Era una delicia sentir la virilidad de aquel hombre tosco y erótico, abriéndome las piernas y metiéndose entre ellas ¡Caramba, cómo cogía!

Sus manos en mi cintura, su boca en mis labios, su erección tremenda taladrando entre mis piernas. La noche, sus brazos, el cielo estrellado. Sus manos apretando mis senos, sus piernas sólidas, sus nalgas redondas. Su prisa, sus mimos, su furia mansa. Qué cogida inolvidable.

Lo conocí esa misma tarde. En Monterrey. Eran los tiempos del hada, habíamos ido varias chavas a trabajar allá, pero la chamba fue rápida y nos quedaron unas noches libres.

Monterrey es una ciudad majestuosa. La conozco bien. De un modo u otro, algo en mi vida pone a la Sultana como una ciudad de la que siempre me siento pobladora. Algún día, con más tiempo, platicaré sobre los lazos que me unen a Monterrey como a un cordón umbilical jamás cortado, lo cierto es que cada vez que regreso me encuentro con una ciudad más grande, más sorprendente, más moderna e imperial. Una ciudad que se empeña en no llevar lo regio sólo en el nombre, sino en sus calles, en sus edificios, en sus plazas, en sus montañas (su hermosa corona de montañas) y, sobre todo, en su gente.

Creo que la principal magia de Monterrey es esa: Su gente. Personas amistosas, bromistas, de sonrisa amable y abrazos francos. Gente alegre, cantadora, bailadora, desmadrosa, pero sobre todo muy trabajadora (o jaladora, como dicen allá). Gente orgullosa, porque tiene de qué presumir, pero también amorosa y amable. Ese es el secreto de Monterrey, que su gente es capaz de levantar un imperio de la nada, a base de puro jale.

Me encanta su vocabulario y su acento. Sus sodas, sus cheves, sus trocas, su raza. Allá no se habla español, se habla regiomontano y se habla con madre. Su comida es una delicia simple. Allá un festín te lo puedes dar con unos buenos cortes de carne, un asador, aceite y sal. En las tiendas venden litros. Vasotes de bebidas preparadas con los que te la puedes pasar pisteando toda la noche. Al menos en la época en que yo conocí, ahora, es una pena saber que la paz de los regios no es la misma.

Allá son muy famosos los rodeos. Así que como teníamos la noche libre, unas amigas y yo decidimos visitar uno que supuestamente estaba muy de moda. Había una banda tocando música ranchera, toda desde Joan Sebastian hasta los Cardenales de Nuevo León. La gente, con las cheves en las manos, botas, sombreros y jeans ajustados, festejaba al ritmo de la música.

El antro estaba lleno y todo mundo bailaba y chupaba. De pronto entró un chavo. Un tipo que se caía de pinche guapo. No guapo-bonito, sino onda domador de potros. Un vaquerote con cara de guardia rural y cuerpo de pecado capital, que de inmediato atrajo la atención de todas las mujeres. Grandote, fuerte, con la barba cerrada, tipo lija, manos grandes y un bultote que le saltaba en el pantalón y que daban ganas de calar.

El tipo se puso a bailar y más llamó la atención. Daba unos pasitos de esos de los bailes norteños que parece que se están dislocando huesos, bailaba maravillosamente. Él estaba de un lado del salón y yo del otro, pero desde allí le disparé una mirada de la que no pudo zafarse. Con todo y el montón de chamacas que se le ofrecieron, puse a funcionar mis mejores dotes para ser yo quien me lo llevara.

La noche realmente estaba oscura, el viento de Monterrey, en una noche de verano es una especie de alivio que, en el día abochorna, pero en la noche seduce. El cielo era un tapiz de luces, no he visto un observatorio más pleno, el cosmos parecía un océano, en el que las estrellas aparentaban estar vivas, se movían, hacían guiños, temblaban.

Temblaban como mi piel, cuando él comenzó a acariciarme. Cuando encendió, con varitas que encontró tiradas, una fogata en el bosque y tendió un zarape en la caja de la camioneta. La vista era inmejorable. El parque, sus ojos, el cielo, el fuego, sus labios. Cuando abrió su pantalón y jaló mi mano para que acariciara su erección, casi me desvanezco, era tan intensa mi calentura que no esperaba ya otra cosa que sentirlo dentro. Tener todo eso para mí solita.

Pero de eso ya te cuento el martes, que se va a poner bueno. Hoy, ya me estoy pasando de letras.

Hasta entonces,
Lulú Petite

A este bato...




Dos malandros llegan a un rancho arrastrando a un bato. Adentro, hay un Negro de 1,98m y 130 kg mezcla de Yaqui con Africano, limpiándose las uñas con un cuchillo cebollero.

- Oye pinche negro, el jefe pidió que te cojas a este bato, para que aprenda a no hacerse el machito con nuestra banda.

- Déjenlo ahi en un rincón, que más tarde me lo chingo.

Cuando los malandros se van el tipo dice:

- Por favor Señor, no me haga eso, si usted lo hiciera mi vida se termina, tenga piedad por el amor de Dios.

- Cállate el hocico guey y quédate quieto ahí

Al rato vuelven los malandros con otro pobre pendejo.

- Negro, el jefe pidió que a éste, le cortes las dos manos y le perfores los ojos, para que aprenda a no tocar la lana de la venta de drogas.

- Déjalo ahí que dentro de un rato me encargo.

Una hora después traen otro cabrón.

- Negro a este le cortas los huevos y la lengua para que nunca más se meta con las mujeres del barrio.

-Tá güeno déjalo ahí en el rincón con los otros.

Finalmente traen a otro.

- Mira "Negro", a este lo cortas en pedacitos y mandas cada pedacito para la familia!

En ese momento, el primer tipo le dice al Negro, en voz baja:

-Señor Negro, por favor no se vaya a confundir: ¡¡Al que se va a cojer es a mi ¿OK?


A medida que conoces los problemas de los demás, te das cuenta que el tuyo no es tan grave.

Regalitos


Ya sabes que debes tener cuidado, mis regalitos la mayoría de las veces son XXX y si los abres frente a la gente equivocada te puedes llevar un susto, o ellos, o haces nuevos amigos, quién sabe. Tú nomás aguas, ya estás avisado.

Después de Lucía


Dos lecturas después de Después de Lucía


I

La película es maravillosa. No es una película sencilla. Voy a comentarla cuidando no boicotear las sorpresas para quien quiera ir a verla, de modo que no revelaré más de lo que el tráiler insinúa. El principio es lento, pero ayuda a construir el ambiente de tedio y depresión de padre e hija después de la tragedia familiar, después de Lucía, pero va creciendo hasta construir un espléndido final con puntos suspensivos, más trágicos que un desenlace descriptivo.

Los puntos suspensivos en la literatura, los finales inacabados en el cine, pueden parecer un permiso para el público. El autor renuncia a su derecho a escribir el final, cediéndolo al público. Podría como la mayoría de las películas, decirnos simplemente qué sucedió con cada uno de los personajes después de la parte central de la película, pero prefiere dejarnos así, imaginando qué pasará con Alejandra y con Roberto después de que se oscurece la pantalla. Puedes imaginar cualquier cosa, pero hasta la más optimista resulta triste. Lo cierto es que los puntos suspensivos en una obra como ésta no son necesariamente esa sesión de derechos para que usted, amable cinéfilo, construya desde su butaca el final que más le plazca. Puede también ser un capricho del cineasta, una broma en la que, queramos o no, deja a Roberto con su pena, navegando para siempre en esa lancha solo, solo, solo, en la eternidad de esos puntos que suspenden.

II

Entré a la página de Facebook oficial de la película. Hay críticas positivas y negativas de la película, es normal, no a todo mundo debe gustarle. Muchos de los comentarios negativos (y positivos) se descalifican desde sus faltas de ortografía, pero no uno en particular, que está bien escrito, pero creo que mal planteado. Me preocupa en lo personal la opinión de una persona que dice trabajar en una preparatoria y desestima el fenómeno de la intimidación y acoso escolar (bullying). Ojalá quienes trabajan en educación secundaria y media superior se documentaran sobre el crecimiento del fenómeno, sus implicaciones graves y lo que ha significado el uso de redes sociales para incrementar su sadismo. No es un asunto menor.

El problema es que padres y maestros sean los últimos en enterarse de lo que pasa y piensen que se trata de simple “carrilla”, algo “que con el tiempo superas”. No verlo es una forma de ser cómplice. Quien diga que no sucede, que se documente sobre el caso de Amanda Todd, canadiense de 15 años, que hace un par de semanas se suicidó después de vivir un infierno extraordinariamente parecido al de Alejandra en la película.


No dejes de ver el tráiler de la película (al principio de este texto), estoy segura de que se te antojará verla.

Emanuelle




Hoy murió Sylvia Kristel, 'Emmanuelle'. No puedo dejar de mencionarla. Todas y todos quienes hablamos libre y abiertamente sobre sexualidad en los medios, le debemos un poco de esa libertad al paso dado por la película Emanuelle y la bella actriz que la encarnó.

Hace tiempo, cuando vi la película, me pareció mucho menos erótica e interesante de lo que había imaginado sobre una película legendaria. Lo cierto es que marcó un hito porque antes de ella los cines comerciales no exhibían películas donde la sexualidad libre, alegre y activa fuera el hilo de la trama, mucho menos una película en la que su protagonista, sexualizada, erótica, seductora, vigorosa fuera una mujer. Emanuelle, Silvia Kristel, que murió hoy.

Que en paz descanse.

Media asta




Tengo unos amigos a quienes aprecio mucho. Vecinos de mis papás desde hace muchos años. Se conocieron en 1968. Trabajaban en la misma oficina, pero no se conocieron por eso.

La noche de Tlatelolco, hoy hace 44 años, él fue a un mitin en la Plaza de las Tres Culturas. Era tesorero (o algo así en el comité de huelga de su escuela). No sé de qué trataba el mitin, no sé a ciencia cierta porque tantos jóvenes se movilizaban, reclamaban y retaban a un gobierno acostumbrado a no ser cuestionado, pero lo que pasó esa noche lo convirtió en una tremenda cicatriz en el rostro de un país adolescente.

Él cuenta que cuando empezaron los balazos todo mundo comenzó a correr. Algunos trataron de entrar a la iglesia, pero las puertas se cerraron desde adentro. Cayeron. Otros corrieron hacia los edificios. Las calles estaban sitiadas. Él corrió con tres amigos. Una bala en el cráneo fulminó a uno de ellos. Los otros, por inercia, se tiraron al suelo a tratar de ayudar a su compañero. Ya nada podían hacer. El suelo se convirtió en el lugar más seguro de la plaza para esperar deseando que una bala no les pegara o no los atropellara la turba.

Ella no alcanzó a llegar a la Plaza. A unas calles escuchaba los estruendos, veía los tanques, las luces, los soldados. No daba crédito. Era una nación que despertaba de su inocencia.

Tres días después, una madre fue a la oficina a preguntar por su hijo. Desde el dos de octubre no sabían nada de él. Las noticias eran pocas, los hospitales, las comandancias, los cuarteles, las morgues, los medios, no daban información, todo era silencio, un hermetismo de ese que se cocina entre la vergüenza y el cinismo. Él había estado preso en Lecumberri. Lo dejaron salir al cuarto día.

Cuando se presentó de nuevo a la oficina todos querían conocer al desaparecido, saber quién era y dónde había estado. Que les contara la verdad de lo que había visto esa noche. Así, de voz en voz, de testimonio en testimonio, lo que pasó el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco se convirtió en una afrenta inolvidable, en un daño irreparable, en un dolor que no se olvida. Así, además, en 1968 ellos se conocieron.

Yo no soy trabajadora

De origen. De nacimiento, yo soy blogger.

No nací tuitera ni facebookera. No me he animado a entrar al mundo del videoblog. De hecho también las otras redes sociales no las tengo tan atendidas como quisiera.

Cuando empecé este blog éramos muy pocas colegas usando este medio para comunicarnos. Me refiero al electrónico. Antes que yo, varias extranjeras y, en México, Fernanda Siempre. Contemporáneas al tiempo en que comencé, si mal no recuerdo sólo Natalia.

Poco a poco aparecieron muchas más. Muchísimas más. Bloggeras, tuiteras, facebookeras, webmisstres, escritoras, relatoras. Hay varias incluso que, seguramente por coincidencia, decidieron apellidarse Petite.

Claro, mi nombre está registrado, pero tampoco quiero tratarlo como una marca, aunque sí me gustaría dejar claro que no conozco a ninguna de las otras Petites que se anuncian con el primer nombre diferente. Es su chamba y sabrán cómo la hacen, espero que maravillosamente y que les vaya bien, pero siempre lo he dicho. En un negocio como éste, prefiero trabajar sola, sin patrones, pero también sin "pupilas".

Soy blogger y no escribo en mi blog... ¿Por qué? No sé, con tanta cosa en la cabeza y poco tiempo lo dejo pa'l rato y el rato nunca llega. Hoy, sin embargo con tanto hablar de las reformas se me metió el tema en la cabeza.

El caso es que, probablemente, mañana se aprueba la famosa reforma laboral. No sé. Ojalá que no se apruebe. He oído muchísimas críticas y muy pocos argumentos del porqué es buena. Sólo esos que dicen, en la abstracción, que México necesita ir adelante, que son reformas estructurales necesarias para que el país avance, no entiendo cómo ni porqué avanzaría así. No sé si un país avance a siete pesos la hora y demás milagritos que le cuelgan a la famosa propuesta.

De todos modos yo no soy trabajadora. No al menos de las que se regula esa Ley. Algún día, claro, espero serlo y encontrar un empleo donde me paguen por hacer lo que aprendí en la escuela. Espero que entonces ya no tenga, como hoy, que cobrar por hora y, sobre todo, no llevarme la sorpresa de que dejé de coger con clientes, para que me cojan con la Ley. Porque dicen que a como está, de que te empinan, te empinan.

Por lo pronto no soy trabajadora. El trabajo que hago no es reconocido por la ley como trabajo. No sé, si yo fuera diputada (que nunca seré) pensaría en las mujeres como yo. No en las que cobramos bien, sino en las que viven de éste y otros mil trabajos no reconocidos, prostitutas, jornaleros, trabajadoras del hogar, empacadores, cuida coches, intendentes, jardineros, plomeros, y muchos más que ya cobran por hora, que no tienen  derechos, ni sindicatos, ni protección y que, cuando el cuerpo deja de ser joven, sano y fuerte, comienzan a vivir un infierno de falta de garantías. Yo no lo sé, pero supongo... supongo que para los que legislan adentro de la cámara y para los que se quejan afuera, toda esa gente, muchísima, no forma parte de la discusión, menos del articulado.

No sé, probablemente estoy hablando de cosas que no sé. En cualquier caso, como lo decía al principio, empecé blogger y cuando comencé eramos pocas. No me alegra que haya más chicas dedicándose a esto. Es un mundo duro, pero me da gusto que tengamos más presencia en internet. Saber que existen me hace no sentirme sola...

¡Qué hermoso!


Hola, como quedé hace unos días, subo el texto de la publicación de hoy en El Gráfico, por si quieren comentarla... Mil besos...

¡Qué hermoso!



Querido Diario:


Qué hermoso, pero qué hermoso sexo el de aquel hombre. Podrás preguntarte qué puede tener de hermoso un pene, si no es más que una tripa con casco de haba, arrumbado en el rincón menos ventilado del cuerpo. Yo misma me lo pregunto después de la calentura ¿Qué puede tener de hermoso un pene? Pero tendrías que estar allí, en cuclillas, y ver aquel pedazo de carne prominente y firme apuntándote a la cara. Tocarlo y sentirlo, suave al tacto, con su piel delgada, el glande hinchado, redondo, limpio, perfecto, como la nuez de una avellana. Sentir latir las venas brinconas, formando caminitos caprichosos. Acariciarlo. Sentir el calor, calcular los centímetros, el diámetro, deducir qué tan bien se ajustará a la estrechez de mi sexo. Una macana perfecta para exorcizar el deseo de entre mis piernas. Siento un calor en el vientre bajo, unas cosquillas. Lubrico. Así ¿cómo no pensarlo? ¡Qué hermoso, pero qué hermoso sexo el de aquel hombre!



En realidad todo él era una hermosura. No un guapo cualquiera, no. De hecho, de cara más bien era varonil tirándole a feo. Digo hermoso, como es hermoso un paisaje rocoso o un monumento prehispánico. Rústico, duro, viril. Muy moreno, con el pelo cortito, cortito, la mandíbula cuadrada como la de Batman (de las caricaturas recientes). Ojos chiquitos y ralos, como de toro, facciones entre autóctonas y fieras. La espalda ancha. No mamado tipo “míster esteroides”, sino de esas espaldas que son grandes porque así es su complexión. El vientre plano. Sin cuadritos, nada que pareciera el resultado de quinientas abominables diarias en el Sport City, nomás un estómago duro y liso, suave al tacto, como los boilers esos que son cuadraditos por todos lados. 



Las nalgas, esas sí redondas y duras. Paraditas, como nos gustan a las golosas. Unas piernas que parecían vigas, tapizadas por una alfombra de vello intensamente negro. En general un hombre aseado. Todo oliéndole a jabón y desodorante. Metí mis dedos entre el pelo de sus muslos. Me acerqué a su sexo y sonreí. No sé por qué, pero me sentía muy excitada y, como pocas veces, aprecié la hermosura de ese falo erecto y sentí un inmenso deseo de sentirlo dentro.



De inmediato le puse un condón y devoré aquel sexo urgido de atención. Chupé acariciándole el vientre, manteniendo el equilibrio con mis tacones y una de mis manos agarrada firmemente a su muslo. Chupé. Lamí. Gemí. Acaricié. Masturbé. Sentí como aquel hombre rudo se emocionaba y disfrutaba el gozoso tratamiento de mi boquita.



Es policía. Al verlo pensé que era militar, pero a la hora de platicar me contó que trabaja en la policía federal. Los policías federales son guapos. Siempre que veo una de sus trocas, con los polis trepados en la caja, con sus armas largas y sus caras serias, les echo un ojo por si veo uno que me lata, no porque piense coquetearles, nada más para darme el gusto de mirar tanta testosterona.



-Soy policía federal- Me dijo. No hice más preguntas al respecto y él no dio detalles. Hay trabajos de los que la gente prefiere no hablar. No necesariamente por algo malo o porque me haya tirado a un súper agente encubierto de la policía secreta. Simplemente hay chambas en las que el estrés y el tedio son tanto, que en cuanto no estás en ellas prefieres hablar de cualquier cosa, el clima, la música o si el color del techo es blanco o marfil, cualquier cosa antes de tener que hablar de lo que haces para ganarte el pan. Me pasa lo mismo con otros amigos que odian hablar del trabajo en cuanto salen de él.



Me hizo el amor con entusiasmo. Como soy chiquita y él enorme, me levantaba con facilidad. Me cargaba por debajo de los glúteos y, separándome las piernas instintivamente, me clavaba aquel hermoso sexo que me tenía tan excitada.



Se movía bien. No todos los hombres saben el secreto de los buenos movimientos en la cama. La mayoría se limitan al mete-saca, mete-saca… No me quejo. Después de todo, mi trabajo es que el cliente disfrute, no yo. Mi orgasmo (en el mejor de los casos) es un efecto colateral opcional.



Otros aplican la técnica de la licuadora. De algún modo, alguien ha hecho pensar a muchos hombres que moverse como si estuvieran batiendo huevos para hacer rompope tiene un efecto maravilloso en el orgasmo femenino ¡Error! El efecto de los vibradores sólo se consigue con vibradores. Ni metiéndote cuatro pilas triple A por el fundillo, va a poder el sexo humano imitar la potencia y pertinencia de un aparatito electrónico. No, la magia del sexo humano es otra.



Hacer el amor bien no tiene recetas breves. Es cuestión de práctica e intuición. Para mí, lo más sencillo sería compararlo con el ritmo del mar. Todo el tiempo entra y sale de la playa, pero nunca de la misma forma, jamás con el mismo ritmo. Cada ola, cada golpe, cada embestida es distinta a las demás, sin dejar de ser una caricia cadenciosa. El mar es el mejor amante del mundo.



Y así cogía el policía. Como el océano. Para cuando la marea llegó a su festín más alto, apreté mis manos a su cuello y, sintiendo cómo se venía aquel hombre enorme, me liberé para venirme yo también en un grito gustoso. Estaba pasándola tan bien, que apenas recordaba que debía apurarme, darme una ducha para quitar los besos policiacos y arreglarme para ir a cenar con el profe… mi… ¿novio?



Ah, si él supiera en las que anda su chaparrita adorada.



Hasta el jueves
Lulú Petite


Somos así




He recibido varias recomendaciones y solicitudes para que, en el Blog, se abra un espacio para comentar las colaboraciones que escribo en El Gráfico. Va. Me late la idea. Acá está el espacio y comienzo por la 202. Somos así, publicada ayer acá: http://www.elgrafico.mx/notas/868725.html



Les dejo un beso y mi reputación, para que hagan con ella un papalote, je, je, je.






Querido Diario:


Hay un libro que, desde hace mucho, se ha vendido como chelas en un América-Chivas a las 12:00 un domingo caluroso en el Azteca: ¿Por qué los hombres aman a las cabronas? De Argov Sherry. Después de ese, se han escrito infinidad de páginas, tratados, prontuarios, manuales, instructivos, recetas, ensayos, reportajes o artículos que dan vueltas al tema ¿Cómo ser una perfecta cabrona?

La idea práctica es muy simple: Las mujeres somos educadas para complacer: Ser lindas, amorosas, disponibles, predecibles y virtuosas. Esperar al príncipe azul que le ponga el “felices para siempre” a nuestros cuentos de hadas. Esa idea, fortalecida a base de novelas rosas y malos consejos, nos hace pensar que somos la mitad de algo, una naranja partida que necesita a la otra mitad para sentirse completa, hecha, realizada. Para conseguirlo y ser feliz como Blanca Nieves o María la del Barrio, hay que ser justamente lindas, amorosas, disponibles, predecibles y virtuosas ¡Guácala!

En un mundo que ha sobrevivido por milenios a esta forma de relacionarse, siempre han existido (y tenido ventaja sobre las demás) mujeres que, por equis o por ye, deciden no seguir el estereotipo y en vez de ser la niña buena que su abuela hubiera deseado, nos hacemos cabronas, es decir: imperfectas, duras, indisponibles, impredecibles y, sobre todo, eróticas.

Mujeres alegres y seguras de nosotras mismas que no vivimos gobernadas por reglas que nos perjudican. Que nos sabemos dueñas de nuestra propia felicidad. Resulta que eso nos blinda. Nos hace más atractivas. Parece ser que hacerlos sufrir o tenerlos agarrados de los blanquillos, te hace más apetecible para muchos hombres que ser noble y condescendiente. Tienes que ser y parecer difícil, inaccesible y dura para provocar esos amores abrumadores que ponen a los caballeros a cachetear banquetas. Tienen que saber que pueden perderte para que nunca dejen de tratar de conquistarte. Al menos eso me quedo claro después de ver la reacción de mi cliente después de la llamada que conté el martes pasado. No cabe duda, ellos prefieren a las cabronas.

Y sí, para mi fortuna, yo soy una cabrona hecha y derecha. Divertida, alivianada, cachonda, segura de mí misma y, sobre todo, dispuesta a defender con uñas y dientes mi derecho a ser feliz.

Hace un par de sábados el profe me invitó de nuevo a ir a Tepoztlán. Nuevamente intentó aplicarme la salida sorpresa. A decir verdad me emocioné, me gustó la idea, pero nuevamente había quedado de salir con Mat. Ya le había cancelado la vez pasada para escaparme a coger con el profe y, como mi amigo tiene a bien leer la columna, ni cómo inventarle pretextos justos o mentiras piadosas. Bajé con el profe, le di un buen beso en los labios (de esos que hacen que se les ponga duro aquello y se queden con las ganas atravesadas en los blanquillos) y le dije que en esa ocasión no podría acompañarlo. Que tenía muchas cosas personales que hacer.

Era necesario. Por más ganas que tuviera de pasar otra encerrona erótica en esa paradisiaca casita en Tepoztlán, a los galanes hay que ponerles límites. Es indispensable que sepan que no pueden tenerte cuando quieran y a la hora que se les hinche la calentura. Me dijo que había hecho planes, que la pasaríamos muy bien. Me clavó en los ojos esa mirada que me desnuda y me hace querer entregármele de inmediato. Incluso pensé en invitarlo a echarnos un rapidín en mi depa, pero no. Fui inflexible. Lo despedí con otro beso calienta huevos, lo subí a su coche y lo vi alejarse de mi sábado. Ni modo, todo sea por mantener el orden del universo.

Media hora después llegó Mat. Mi queridísimo amigo. Mat tiene el defecto (y la cualidad) de estar enamorado de mí. Al menos eso dice él. Le gusta hacerme el amor al menos una vez por semana y me tiene toda la paciencia del mundo. Yo lo quiero, pues aunque a veces me saque de onda con sus pucheritos celosos y se ponga cursi a la hora en que hacemos el amor, sé que allí está siempre, cariñoso, solidario, amoroso. Creo que el problema con él es que, cuando tuvo su oportunidad, cuando tuvo su chance de enamorarme, fue muy cobarde como para intentar conmigo ser algo más que un amigo y ahora que ya está en esa lapidaria clasificación, hace esfuerzos para, al menos, no ser excluido del directorio de clientes. A decir verdad, es el único amigo con quien cojo, la excepción a mi regla.

Mat me invitó a desayunar. Tiene un proyecto en el que quiere que participe. Algo relacionado con su trabajo y de ningún modo con el mío. Siempre tiene alguna idea en mente para buscarme alternativas de ingreso que poco a poco me permitan cambiar de giro. Es un tipazo y tiene un corazón enorme. No sé si así sea, o simplemente me ha tocado la suerte de ser su amor platónico. La cabrona que lo trae cacheteando el pavimento.

A medio día Mat me acompañó a atender a un cliente. Claro, él me esperó en el bar del motel mientras yo me ponchaba a un chavo con quien había comprometido una cita con anticipación. Un buen cliente, lindo, guapo, divertido. Me la paso bien con él.

Después bajé por Mat y nos fuimos a comer. Terminamos la tarde en su depa, viendo una película bajo las sábanas después de una sesión espléndida de sexo. Me preguntó si podía quedarme a dormir justo en el momento en que entró un mensaje de texto: «¿Puedo pasar a verte? » Decía. Era del profe. 

No le respondí. Apagué el teléfono, le di a Mat un beso en los labios y le dije que sí. Que claro que me quedaría con él esa noche. Después de todo las cabronas somos así, impredecibles.

Un beso
Lulú Petite



Un acto de justicia




Ok. No sé dónde escuché que nunca hay que hacer caso omiso de la opinión popular. A muchos les pareció bien que declarara ganador al topo, su cuento es bonito, breve y, en lo personal, me gustó, pero ciertamente hay que cumplir las reglas. Así que, habría que invocar las enseñanzas del sabio Salomón.

Desde luego, en un concurso como éste me podría tomar libertades, pero no es lo correcto. Ya le comuniqué por correo a Rafael el autor del Topo que, por haber recibido varios reclamos, no podría estar gratis con él.

Me respondió, también por correo, que de ningún modo, que él ya se había entusiasmado con conocerme y que si no era gratis, pagaría por estar conmigo. Hablamos por teléfono, le expliqué las razones de la cancelación de su premio, lo aceptó sorprendentemente bien y listo: Lo veré mañana, cobrándole.

Naturalmente había elegido al comentario que más me gustó para este concurso aunque no cumpliera con la regla de los 110 caracteres, con la idea de reponer el concurso pronto con reglas más claras. Pero esa propuesta no gustó, así que releí los mensajes con 110 caracteres o menos y el que más me gustó es el siguiente:
Lo merezco porque mis manos necesitan sentir la suavidad de tu piel después de la rudeza de mi silla de ruedas
Lástima que quien lo escribió fue a título de anónimo, porque él ganó.

No tiene caso tratar de averiguar quién fue, ni levantar la mano para declararse autores, sería difícil y nunca tendría la certidumbre de quién es el autor. Ni modo, no habrá premio ni para el del topo no para el de la silla, pero para ambos, al menos, el gusto de saber que ganaron.

Una disculpa para quienes se sintieron defraudados, ofendidos, traicionados y demás. Esto era un juego, algo para reír y que alguien se la pasara bien como una forma de agradecer a los lectores, no una elección presidencial. Desde luego, como ya se determinó ganador conforme a las reglas, no hay concurso que reponer y todos contentos.

Mil besos y gracias por ayudarme a entrar en razón.

Atentamente
Tribunal Federal Electoral

Ganador



Concurso "Doscientas"

Recibí, hasta ahora, 226 comentarios en la entrada Doscientas, en la que ofrecí una cita gratis a quien me diera las mejores razones para estar con él.

Sé que el concurso tuvo detalle equivocados. La mayoría rebasaron el límite de caracteres y muchos no dejaron contacto donde informarles si ganaban. Por eso voy a volver a hacer otro concurso. En unas semanas y mucho mejor pensado, prometo que volveré a sortear una cita gratis.

Por lo pronto, leí con mucho gusto cada uno de los textos que me pusieron. Aquí, en twitter y en facebook. Muchos, a decir verdad, eran simples, poco creativos o demasiado francos. Pero también hubo muchísimos encantadores, con palabras deliciosas y verdaderas caricias para el ego. Por eso no quise decidir rápido. Pensé y pensé. Al final tomé una decisión. Varios de los textos que más me gustaron tenían más de 11o caracteres, así que pasé por alto esa regla. Leí muchos y me decidí por uno que tenía una metáfora bella. Un cuento. Lo escribió Rafael y, como puso su correo, ya le escribí para informarle que había ganado el derecho a coger conmigo. Gracias a todos por participar. Un besototote.

El mensaje ganador es el siguiente:


Érase una vez un topo. Miope, como todos los topos. Torpe, como todos los topos. Soñador, como todos los topos. Una noche, buscando en el cielo escogió una estrella. La más hermosa y brillante. Naturalmente, se enamoró de ella ¿Qué puede hacer un topo enamorado de una estrella? Decían ¿Contemplarla? No, es miope, como todos los topos ¿Pedirle que vaya a vivir a su madriguera? No, las estrellas no caben en las madrigueras ¿Ir a vivir con ella al cielo? No, los topos no vuelan ¿Qué puede entonces hacer un topo enamorado de una estrella? Decían.

Amarla. Respondía el topo para sí, en silencio. Pensando en la estrella.

Amarla, pensaba, con eso basta. Y lo pensaba con fuerza.

Una noche la estrella preguntó a todos los que pudieran escucharla ¿Quién quiere estar una hora conmigo?

¡Yo! Gritaron unos. ¡Aquí! Gritaban otros ¡Conmigo! Decía la mayoría.

El topo sonrío, y comenzó a escribir un cuento.


Terapia erótica



¿Qué tal este viernes para desestresarte con mi infalible terapia erótica? 

Una hora entre mis piernas. ¿Qué tanto podemos hacer? La creatividad es nuestra aliada, nuestros cuerpos las herramientas y nuestra calentura dirige: Abrazos, besos, amor, cosquillas, sexo oral, penetración,  masaje, tenernos y gozarnos que para eso estamos. No te quedes nunca con las ganas de experimentar algo placentero y, créeme, esto lo será. 



Olvida todo aquello que te agobie, cierra los ojos, respira profundo y ven a disfrutar...


Citas al 5532725022


DOS REGALITOS MUUUUUY SEXYS, ACÁ (DA CLICK SOBRE CADA UNA DE LAS CAJAS, LOS REGALITOS ESTÁN MUY SEXYS, TEN MUCHO CUIDADO DE NO ABRIRLOS DONDE HAYA MÁS GENTE...): 



Y LO MÁS IMPORTANTE, DA CLICK EN LA FOTO DE AFAJITO

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