Regalitos


Ya sabes que debes tener cuidado, mis regalitos la mayoría de las veces son XXX y si los abres frente a la gente equivocada te puedes llevar un susto, o ellos, o haces nuevos amigos, quién sabe. Tú nomás aguas, ya estás avisado.

Después de Lucía


Dos lecturas después de Después de Lucía


I

La película es maravillosa. No es una película sencilla. Voy a comentarla cuidando no boicotear las sorpresas para quien quiera ir a verla, de modo que no revelaré más de lo que el tráiler insinúa. El principio es lento, pero ayuda a construir el ambiente de tedio y depresión de padre e hija después de la tragedia familiar, después de Lucía, pero va creciendo hasta construir un espléndido final con puntos suspensivos, más trágicos que un desenlace descriptivo.

Los puntos suspensivos en la literatura, los finales inacabados en el cine, pueden parecer un permiso para el público. El autor renuncia a su derecho a escribir el final, cediéndolo al público. Podría como la mayoría de las películas, decirnos simplemente qué sucedió con cada uno de los personajes después de la parte central de la película, pero prefiere dejarnos así, imaginando qué pasará con Alejandra y con Roberto después de que se oscurece la pantalla. Puedes imaginar cualquier cosa, pero hasta la más optimista resulta triste. Lo cierto es que los puntos suspensivos en una obra como ésta no son necesariamente esa sesión de derechos para que usted, amable cinéfilo, construya desde su butaca el final que más le plazca. Puede también ser un capricho del cineasta, una broma en la que, queramos o no, deja a Roberto con su pena, navegando para siempre en esa lancha solo, solo, solo, en la eternidad de esos puntos que suspenden.

II

Entré a la página de Facebook oficial de la película. Hay críticas positivas y negativas de la película, es normal, no a todo mundo debe gustarle. Muchos de los comentarios negativos (y positivos) se descalifican desde sus faltas de ortografía, pero no uno en particular, que está bien escrito, pero creo que mal planteado. Me preocupa en lo personal la opinión de una persona que dice trabajar en una preparatoria y desestima el fenómeno de la intimidación y acoso escolar (bullying). Ojalá quienes trabajan en educación secundaria y media superior se documentaran sobre el crecimiento del fenómeno, sus implicaciones graves y lo que ha significado el uso de redes sociales para incrementar su sadismo. No es un asunto menor.

El problema es que padres y maestros sean los últimos en enterarse de lo que pasa y piensen que se trata de simple “carrilla”, algo “que con el tiempo superas”. No verlo es una forma de ser cómplice. Quien diga que no sucede, que se documente sobre el caso de Amanda Todd, canadiense de 15 años, que hace un par de semanas se suicidó después de vivir un infierno extraordinariamente parecido al de Alejandra en la película.


No dejes de ver el tráiler de la película (al principio de este texto), estoy segura de que se te antojará verla.

Emanuelle




Hoy murió Sylvia Kristel, 'Emmanuelle'. No puedo dejar de mencionarla. Todas y todos quienes hablamos libre y abiertamente sobre sexualidad en los medios, le debemos un poco de esa libertad al paso dado por la película Emanuelle y la bella actriz que la encarnó.

Hace tiempo, cuando vi la película, me pareció mucho menos erótica e interesante de lo que había imaginado sobre una película legendaria. Lo cierto es que marcó un hito porque antes de ella los cines comerciales no exhibían películas donde la sexualidad libre, alegre y activa fuera el hilo de la trama, mucho menos una película en la que su protagonista, sexualizada, erótica, seductora, vigorosa fuera una mujer. Emanuelle, Silvia Kristel, que murió hoy.

Que en paz descanse.

Media asta




Tengo unos amigos a quienes aprecio mucho. Vecinos de mis papás desde hace muchos años. Se conocieron en 1968. Trabajaban en la misma oficina, pero no se conocieron por eso.

La noche de Tlatelolco, hoy hace 44 años, él fue a un mitin en la Plaza de las Tres Culturas. Era tesorero (o algo así en el comité de huelga de su escuela). No sé de qué trataba el mitin, no sé a ciencia cierta porque tantos jóvenes se movilizaban, reclamaban y retaban a un gobierno acostumbrado a no ser cuestionado, pero lo que pasó esa noche lo convirtió en una tremenda cicatriz en el rostro de un país adolescente.

Él cuenta que cuando empezaron los balazos todo mundo comenzó a correr. Algunos trataron de entrar a la iglesia, pero las puertas se cerraron desde adentro. Cayeron. Otros corrieron hacia los edificios. Las calles estaban sitiadas. Él corrió con tres amigos. Una bala en el cráneo fulminó a uno de ellos. Los otros, por inercia, se tiraron al suelo a tratar de ayudar a su compañero. Ya nada podían hacer. El suelo se convirtió en el lugar más seguro de la plaza para esperar deseando que una bala no les pegara o no los atropellara la turba.

Ella no alcanzó a llegar a la Plaza. A unas calles escuchaba los estruendos, veía los tanques, las luces, los soldados. No daba crédito. Era una nación que despertaba de su inocencia.

Tres días después, una madre fue a la oficina a preguntar por su hijo. Desde el dos de octubre no sabían nada de él. Las noticias eran pocas, los hospitales, las comandancias, los cuarteles, las morgues, los medios, no daban información, todo era silencio, un hermetismo de ese que se cocina entre la vergüenza y el cinismo. Él había estado preso en Lecumberri. Lo dejaron salir al cuarto día.

Cuando se presentó de nuevo a la oficina todos querían conocer al desaparecido, saber quién era y dónde había estado. Que les contara la verdad de lo que había visto esa noche. Así, de voz en voz, de testimonio en testimonio, lo que pasó el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco se convirtió en una afrenta inolvidable, en un daño irreparable, en un dolor que no se olvida. Así, además, en 1968 ellos se conocieron.
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