Cambiazo

Hoy estuve con Roberto, un cliente que conozco desde hace varios años, de los pocos que sigo atendiendo desde tiempos de la agencia. Cuando lo conocí era casado, se dejaba la barba y el bigote al estilo del Che Guevara, usaba unos lentes de armazón negro y fondo de botella que le daban a sus ojos una apariencia como la de Armando Hoyos, traía el cabello medio largo y mal peinado. Siempre flaquísimo y muy alto, pero en ese entonces usaba zapatos de esos con suela de llanta y una chamarra de mezclilla tan usada que parecía recogida en un basurero.

Quien se lo topara, no imaginaría que con esa percha, el cuate tuviera tantísima lana como tiene. La verdad es que le sobraba. Claro, todos los clientes de la agencia eran muy picudos y súper pesudos, puros de esos en cuyos códigos postales se paga de puro predial lo que el promedio pagamos de renta de todo un año.

El caso es que hoy lo volví a ver, pero ¡No manchen! Era otro, o sea, el disfraz de seguidor del EZLN lo había cambiado por un traje Armani, la cara perfectamente rasurada, sin más lentes que unas finísimas gafas oscuras y el cabello escrupulosamente peinado con goma onda "no me despeina ni un huracán". No me explicó gran cosa de su cambio, sólo sé que se divorció. Eso sí, se ve guapísimo. Cogimos rico.